El “Convento de Franciscanos y Colegio de la Purísima”, que dio nombre al Plano de San Francisco, ya que fue establecido allí por privilegio real en el año 1280 y se mantuvo incólume hasta su quema en mayo de 1931.
La “Iglesia y Convento de Santa Verónica” conjunto conventual, fundado en 1566 bajo la regla de los terciarios de San Francisco, del cual, únicamente, se conserva en la Calle Verónicas la Iglesia en la que, actualmente, se emplaza el Centro de Restauración de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.
Y el “Mercado de Abastos”, también conocido como “de Verónicas”, por ubicarse junto al antiguo convento. El edificio del Mercado es obra del arquitecto murciano Pedro Cerdán, y en él se centran, aún hoy, numerosos puestos en los que pueden adquirirse gran número de productos.
Indudablemente, todas estas actividades sociales, económicas y religiosas, dejaron su huella en la Iglesia de San Pedro, centro neurálgico del barrio, y templo en el que a lo largo de los siglos, además de las ceremonias del Santo Oficio, se erigieron importantes congregaciones y cofradías, como la de Ciegos, la del Santísimo Sacramento y Ánimas, la de Santa Bárbara, la de Nuestra Señora de los Dolores o la del Stmo. Cristo de la Esperanza y del Santo Celo por la Salvación de las Almas.
TEMPLO DE SAN PEDRO
Aún teniendo constancia de que la actual iglesia de San Pedro Apóstol ocupa el solar de la antigua mezquita citada por Alfonso X en el libro de Repartimientos de 1272, poco, o nada, sabríamos acerca de su existencia hasta el siglo XVII, de no ser por la vinculación de este templo con la noble familia de los “Saavedra” que tuvo en él su lugar de enterramiento.
En 1482, Gonzalo de Saavedra, caballero de la Orden de san Juan y comendador de Calasparra, decidió reedificar la parte del crucero correspondiente al lado del evangelio, capilla que, bajo la advocación de Santa Elena, se destinó a la sepultura de dicho linaje. En 1540, Juan de Saavedra y Anaya, regidor perpetuo de la ciudad de Murcia, solicitó en su testamento ser enterrado en la Iglesia de San Pedro, lugar en el que reposaban sus padres Gonzalo Saavedra y Ginesa de Anaya. A lo largo de los años, debido al deseo mayoritario de los miembros de la familia de ser inhumados junto a sus antepasados hizo que la capilla de Santa Elena resultase insuficiente. Para asegurar la permanencia funeraria de los Saavedra en la Iglesia de San Pedro el más famoso de sus miembros, Diego de Saavedra y Fajardo, dirigió todos sus esfuerzos para aumentar la posesión sepulcral de la familia hasta la capilla mayor. A tal fin, el 24 de mayo de 1628 ofreció, por medio de Martín de Valderas, 900 ducados, pero el patronato y autorización de entierro en la capilla mayor de San Pedro, no fueron adjudicados a Diego Saavedra hasta el 14 de julio de 1641, estando representado en la adjudicación por el licenciado Bernardino de Porres.
El edificio actual se construyó durante el primer tercio del siglo XVII siendo Obispo de Cartagena Don Francisco Martínez. Consta, documentalmente, que dicho prelado, sacó a concurso las obras de las dos portadas del templo en el año 1611, por lo que en atención al estado actual de las mismas transcribimos las condiciones que se fijaron en dicho concurso:
“… Han de ser dos delanteras, la una en la puerta principal y la otra en la puerta falsa que sale a la otra calle. La principal se ha de hacer conforme a la traza que su señoría el obispo entregare al escribano, firmada de su nombre, con una ventana encima de la puerta y dos nichos a los lados para las imágenes de San Pedro y San Pablo”.
La obra salió a concurso y, seguramente, según costumbre, sería pregonada en la plaza de Santa Catalina ordenando el Sr. Obispo “hacer posturas para las dichas obrass». Al concurso concurrieron los maestros de cantería Diego de Villabona, Bartolomé Sánchez, Sebastián Pérez, Agustín Bernardino y Diego de Ergueta, asignándosele a este último por 1.200 ducados, adjudicación que quedó recogida en el Archivo de protocolos de Murcia:
“… En Murcia, ante el escribano Francisco López Cuellar, en veintiocho días del mes de abril de 1611, pareció el cantero diego de Ergueta, su esposa Lucía de Otazo como sus fiadores y principales pagadores, para hacer y otorgar la escritura en la que Diego de Ergueta se comprometió ha hacer las dos fachadas de la Iglesia Parroquial de San Pedro de Murcia, conservadas en su carácter renacimiento”.
Nada sabemos del maestro cantero que acometió las obras para la fábrica del templo y la torre, en esas primeras décadas del siglo XVII, aunque bien pudiera tratarse de alguno de los que, también, concurrieron al concurso para la realización de las fachadas.
Terminada la Guerra de Sucesión, el florecimiento económico de la ciudad, la llegada de las tendencias arquitectónicas y decorativas de Italia y Francia, y el apoyo de la corte de Felipe V, contribuyen a que Murcia vaya cambiando su fisonomía. En este periodo se concluye el imafronte de la Santa Iglesia Catedral, se abren plazas, y se reedifican los templos para adaptarlos al gusto barroco. La Iglesia de San Pedro no fue ajena a estos cambios, por lo que en 1732, siendo Obispo de la Diócesis de Cartagena Don Joseph de Montes, se inician las obras de reconstrucción del templo, centradas, principalmente, en la cúpula, el cuerpo de campanas de la torre, y la decoración interior de la Iglesia: yesería, retablos, imágenes, …etc.
Tras las obras del siglo XVIII el templo de San Pedro Apóstol, básicamente, quedó configurado tal como puede verse en la actualidad, salvo las intervenciones de que fue objeto para paliar la devastación de retablos e imágenes destruidos en la Guerra Civil Española (1936-1938) y otras obras menores de acondicionamiento y restauración como la llevada a cabo en el año 2001. En el mes de Octubre de 2017 este templo volvió a abrir la puerta lateral de San Patricio, coincidiendo con el centenario de las apariciones de La Virgen en Fátima, el párroco D. José Sánchez, acompañado del Sr. Obispo de la Diócesis, D. Jose Lorca Planes volvieron abrir esta puerta después de mas de cien años cerrada.
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EL BARRIO DE SAN PEDRO
La Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, sede canónica de la Pontificia, Real y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo de la Esperanza, María Stma. de los Dolores y del Santo Celo por la Salvación de las Almas, se encuentra situada en pleno corazón de la ciudad de Murcia, edificada sobre el solar de otro templo medieval que, a su vez, ocupó el espacio de una antigua mezquita, citada ésta en el Libro de Repartimientos de Alfonso X con motivo de la donación de tierras de la huerta de Murcia a su clérigo Don Bernat, concretamente, en el año 1272. Por tanto, si el barrio de Santa María – San Bartolomé puede considerarse el más antiguo de la ciudad, el barrio de San Pedro forma parte también de ese núcleo inicial de la Murcia más antigua.
Los trabajos arqueológicos desvelan que durante la Edad Media la calle principal que desde la dominación árabe atravesaba la urbe nacía en la actual plaza de San Pedro discurriendo hasta la plaza de los Apóstoles; en esa vía se agrupaban las más importantes focos comerciales y sociales de Murcia: zocos, corralas, tiendas, baños públicos, y otros establecimientos procuraban servicios a los habitantes de la ciudad y a sus visitantes. Tanto la información que se desprende de sucesivas excavaciones arqueológicas como de los estudios de los capitulares medievales coinciden en esta descripción. Así, en las cercanías de la Iglesia de San Pedro se encontraron resto de una corrala de época andalusí, mientras que en la calle Frenería se descubrieron algunas pequeñas habitaciones que bien pudieron estar dedicadas a una función comercial. Estos elementos, junto con la presencia de numerosas viviendas excavadas, así como la existencia de un baño público (destruido en la década de los años 50 del siglo XX), hacía de San Pedro un próspero barrio medieval ordenado en torno a esa calle y a la mezquita reconvertida, más tarde, en templo cristiano.
La importancia social y comercial del Barrio de San Pedro queda de manifiesto, durante varias centurias, por las obras que se emprenden en él. En el siglo XII la parte más sólida de la muralla de la ciudad se levanta para resguardar este barrio en su vertiente orientada al río Segura. En 1280 se establece dentro de la jurisdicción de la parroquia la orden de Franciscanos cuyo convento estuvo junto a la entrada del actual Malecón hasta su destrucción en mayo de 1931. Con la Reconquista se pusieron las bases urbanísticas de algunos de los elementos que hasta hoy llaman la atención en las calles de esta barriada: se abrió el espacio de la plaza de las Flores destinada a lonja de carnes, y por orden del rey Enrique III se edificó en 1399 un alcázar que sirviera de control para el paso que unía la ciudad con la otra orilla del río, el alcázar, convertido posteriormente en Sede del Tribunal del Santo Oficio, fue destruido en 1820 para construir, decenios más tarde, el Hotel Victoria. Tras la Edad Media, y a pesar de que ya se habían abierto nuevas calles (como Trapería y Platería) que restaban empuje a la antigua vía comercial, la importancia del barrio de San Pedro se mantuvo, y en él aparecieron importantes construcciones arquitectónicas, como el convento e iglesia de Verónicas (1529) y el Almudí, que sustituyó al antiguo granero concejil, y que a lo largo de su existencia fue, también, depósito de armas y de seda, y, finalmente, Audiencia hasta los años cincuenta del siglo XX.
Si realizamos un breve recorrido por los alrededores de la Iglesia de San Pedro, comprendemos la importante historia que alberga este céntrico barrio vertebrado durante más de setecientos años en torno a su templo Parroquial.
La iglesia limita al norte con la citada Plaza de las Flores, lugar emblemático de la ciudad de Murcia que, como ya hemos citado, fue abierto en la Edad Media destinado a “lonja de las carnicerías”. Desde hace más de cien años arraigó en la plaza la costumbre de vender flores, tradición que actualmente mantienen, durante todo el año, cuatro comercios, y la víspera del día de Todos los Santos, un sinfín de vendedores de la huerta.
Al sur, la iglesia de San Pedro, desemboca en la calle Jara Carrillo, dedicada al célebre poeta murciano de principios del siglo XX. Su anterior nombre era “calle de la Inquisición” pues daba servicio al palacio del Santo Oficio hasta 1820, en que desapareció al ser abolida dicha institución. En la actualidad subsiste un fragmento del palacio que es sede del Colegio de Arquitectos y fue, hasta mitad del siglo XX, sede del diario “El Liberal”.
El templo linda al este con la calle Arzobispo Simón López, anteriormente denominada de Bodegones en donde los mesones y tabernas remontan su actividad a más de quinientos años. El nombre de Bodegones deviene, precisamente, porque las casas de comidas a las que acudían los forasteros, huertanos y vecinos, con motivo de los mercados y fiestas se encontraban en esta calle, la cual cambió de nombre en 1911 para denominarse del Arzobispo Simón López, último inquisidor de la ciudad de Murcia.
Orientada al oeste encontramos la fachada principal de la Iglesia, abierta a la plaza de San Pedro. Esta plaza tiene una larga historia de tradiciones y costumbres, ya que en ella se agrupaban desde la Edad Media el rico Gremio de Zapateros cuyos patronos (San Crispín y San Crispiniano) ocupan un lugar preferencial en el retablo mayor de la Iglesia, y el Gremio de toquería y pasamanería – en sus cercanías se hallaba la calle de Lencería y en la propia plaza de San Pedro, hasta el siglo XX, estaban los principales comercios de tejedores de felpas y montereros – .
Dentro de la jurisdicción de la Parroquia también se emplazaron:
El “Hospital de Niños Huérfanos y Desamparados” que fue derribado hace unos años y del que hoy solo queda el recuerdo en el callejón que daba acceso al hospital, el cual conserva su antigua denominación de Calle de los Desamparados.
El “Hospital de Peregrinos”, en la plaza de San Julián. Dicho hospital, que fue absorbido por el de Santa María de Gracia, estuvo en el barrio de San Pedro hasta el siglo XVII.
IMÁGENES QUE RECIBÍAN CULTO EN SAN PEDRO
Hasta 1936 la Iglesia de San Pedro contaba con un rico patrimonio de imaginería compuesto por obras de los siglos XVI, XVII y XVIII.
En la primera de la Izquierda o del Baptisterio se veneraba el grupo escultórico de San Cayetano en el que frente al Santo arrodillado se situaba una imagen de la Virgen, sobre nubes, sujetando al Niño Jesús que extendía las manos para abrazar al abogado de la Providencia. Además del titular de la capilla, que tuvo cofradía propia hasta principios del siglo XX, a ambos lados se situaban los Santos Cosme y Damián – hoy en la capilla de San Caralampio – y en el costado una imagen de Ntra. Señora del Pilar.
La segunda capilla de la izquierda, perteneciente a la Cofradía del Santísimo y Ánima, al estar ocupada por la puerta del costado del templo no tenía altar, mientras que en la tercera, como hasta el día de hoy, recibía culto la imagen de Ntra. Señora de los Dolores realizada por Francisco Salzillo en 1756 para la Cofradía anteriormente citada, y que contó con una Congregación propia a partir de 1784.
En la cuarta capilla del lado del Evangelio, además de la imagen titulada de Ntra. Sra. del Rosario o de las Maravillas, se veneraba al Stmo. Niño Jesús de la Salud, obra de Francisco Salzillo que, dada la gran devoción y fama de milagroso que alcanzó en la ciudad, contaba con un rico ajuar de vestidos y joyas. Por su parte el crucero estaba presidido por un cuadro de Santa Elena abrazando la Cruz, emplazándose junto a ella la imagen renacentista de San Cristóbal portando el Niño que procedía del altar que hasta 1838 existió en las cuatro esquinas de las calles Trapería, Platería y San Cristóbal.
En el colateral izquierdo del presbiterio, en el lugar que hoy ocupa el altar de la Inmaculada, se veneraba la imagen de San Joaquín, mientras que en el retablo de la Capilla Mayor se disponían las tallas de San Andrés, San Juan Nepomuceno, San Crispín, San Crispiniano, y San Pedro, Titular de la Parroquia. El colateral derecho del presbiterio – actual capilla de San José – estaba presidido por una imagen renacentista de San Antonio Abad, y en el crucero, dedicado como hasta ahora a Santa Bárbara, se emplazaba un templete circular para la reserva del Santísimo Sacramento, sirviendo este altar para dar la Comunión.
La primera capilla de la derecha, única que tenía cerramiento con verja de hierro, era regentada por la Cofradía de Ciegos constituida con Real Licencia de S.M. Felipe II en el año 1588. Junto a un cuadro de Santa Lucía, los ciegos veneraban en esta capilla, como Titular de la Cofradía, una imagen de vestir, bajo la advocación de Ntra. Señora de la Presentación de Jesús en el Templo (Candelaria), en honor de la cual celebraban una solemne función religiosa, con procesión de candelas, el día 2 de febrero.
En la segunda capilla – actual de Ntra. Sra. de Fátima – recibía culto la talla de Ntro. Padre Jesús Nazareno realizada por Santiago Baglietto en 1817 a expensa de un hermano de la Cofradía del Santísimo y Ánimas, mientras que la tercera capilla de la derecha estaba presidida por una imagen de San Antonio de Padua.
Por último, la cuarta capilla del lado de la Epístola era la correspondiente a la Congregación del Santísimo Cristo de la Esperanza y del Santo Celo por la Salvación de las Almas y en ella se veneraba la imagen del Stmo. Cristo, compuesta por Francisco Salzillo, hermano de esta Congregación, en 1755. A los lados del Crucificado se disponían cuatro ángeles niños que portaban los atributos de la pasión, mientras que a los pies de la cruz se encontraba una imagen, de medio cuerpo, representando a la Virgen Dolorosa.