De la imagen en torno a la cual organizaron sus cultos los congregantes entre 1754 y 1755, apenas sabemos nada. La primera noticia de un Sto. Cristo en el templo de San Pedro (que quizá fue el llamado más tarde de la Esperanza) la encontramos en el folio 118 del libro del Patronato de los Saavedra y nos la da Alonso Fernández de Piñero abogado de los Reales Consejos y Visitador de las iglesias parroquiales de Murcia. El 12 de marzo de 1742, con motivo de su visita a la iglesia de San Pedro, Fernández Piñero escribe que “las nuevas capillas de Ntra. Sra. Del Rosario y la del Santísimo Cristo, se confrontan a los lados de la nave central y son inmediatas al crucero”. En cuanto a imágenes gráficas del Cristo que pudieran arrojar luz sobre la obra primitiva, solo contamos con una litografía de 1755 en la que figura el crucificado flanqueado por San Pedro y San Ignacio de Loyola (patrono de la Congregación), y con un cadáver a los pies del que parece salir el alma. Obviamente, aunque en la cartela aparezca la inscripción “El Santísimo Cristo de la Esperanza que venera la Congregación del Sto. Celo por la Salvación de las Almas sita en la Parroquia del Señor San Pedro de Murcia – 1755” no podemos asegurar que esa representación reproduzca fielmente la imagen a la que daban culto, pudiéndose tratar de un simple simulacro, más o menos parecido. A falta de nuevos datos al respecto, la única prueba documental que tenemos al respecto del Titular de la Cofradía figura en los folios 51, 52 vto. y 53 del libro de la Congregación que recogen el capítulo celebrado por los hermanos el día 6 de julio de 1755, se refleja que “en virtud de deterioros, – en esa fecha – se manda componer la imagen del Stmo. Cristo al escultor Don Francisco Salzillo”.
Si bien está fuera de toda duda la intervención de Francisco Salzillo, tanto en la cabeza del Cristo como en el paño de pureza, la falta de documentación que arroje más luz sobre la autoría de la imagen, unido a ciertas características formales que parecen no coincidir con las de otros crucificados salidos de la gubia del genial imaginero murciano, ha motivado que se especule con la posibilidad de que el maestro, al realizar el Cristo de la Esperanza, interviniera una obra que ya existía con anterioridad, siendo varios los historiadores del arte que han señalado al gran Antonio Dupar como artífice del Cristo primitivo. Ciertamente, la labor desarrollada por el marsellés durante la estancia en Murcia (1718-1745) hizo que su estilo, clásico-manierista impregnado de barroco francés, influyese de forma decisiva en la escultura de Salzillo, siendo muchas las obras que tradicionalmente se atribuyen al imaginero murciano cuando realmente salieron de la mano de Dupar. De cualquier forma, a falta de nueva documentación que arroje luz sobre la autoría, solo podemos afirmar que la imagen del Stmo. Cristo de la Esperanza de la iglesia de San Pedro, de Murcia, fue “compuesta” por Francisco Salzillo Alcaraz en el verano de 1755.
El Santísimo Cristo de la Esperanza, es una talla de madera policromada y estofada, de 149 ctms de altura, con una policromía de tono lívido en el que abundan los cárdenos y rojiazules, y verdadero prodigio de técnica anatómica en la que destaca:
- El torso, de un modelado excepcional, en el que el artista, refleja la tensión de todos los músculos. Jesús no puede ya respirar, flexiona las piernas, arquea la espalda para tomar aire con el impulso y, la musculatura torácica se contrae adquiriendo las carnaciones una tonalidad translúcida y violácea que evidencia la falta de flujo sanguíneo.
- Los pies, con una ligera inflamación en la carilla rotuliana y en los músculos extensores, muestran en el tobillo las marcas dejadas por las argollas con las que Jesús había estado preso.
- La cabeza con un rostro realmente impactante en el que el artista incluye varios elementos fuertemente dramáticos:
– Boca sangrante (‘por la agudeza del edema pulmonar que provoca la asfixia)
– Hematoma en el pómulo derecho (debido al golpe que conforme al relato evangélico le fue propinado a Jesús por un sirviente en casa de Caifás. Parece que el golpe también habría ocasionado la rotura del tímpano derecho por lo que la sangre mana de esa oreja)
– Herida en el párpado derecho (que nos recuerda la espina que aparece clavada, en el mismo lugar del rostro de Cristo en el grupo de la Caída de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús)
– Y el incipiente “rigor mortis”, que parece tomado de modelo natural. El rigor mortis es el signo reconocible de la proximidad de la muerte. Es estado causado por un cambio químico de los músculos que origina una paulatina rigidez, haciendo que se afilen los rasgos de la cara (principalmente pómulos y náriz) lo que provoca que destaquen, sobretodo, los ojos del agonizante.
A pesar de todos estos elementos dramáticos, y de ahí la genialidad del autor, lejos de la tragedia (que podíamos apreciar en otras imágenes de Cristo barrocos) el Cristo de la Esperanza emana dulzura y serenidad. El rostro materializa todo el sentido de la virtud de la Esperanza cristiana. El alma de Jesús, en esos momentos, confía en la Providencia, por eso su alma tiene un Estado de FIRME ESPERANZA, en medio del sufrimiento.
Todo ello hace de la imagen del Titular de la Cofradía de la Esperanza, una obra señera dentro de la escultura religiosa del siglo XVIII murciano. Su repercusión debió de ser, ciertamente, importante desde el momento de su realización, no en vano el propio Francisco Salzillo, en 1773, recibió el encargo de la V.O.T. de Orihuela de recrear la misma iconografía de esta imagen en el Cristo de la Agonía de la localidad alicantina e igualmente, su discípulo Roque López, realizó otro Cristo de la Agonía, conforme al modelo de la Esperanza, para la parroquia murciana de San Juan Bautista, aunque en ninguno de los dos casos se alcanzó el nivel que, como obra de arte e imagen de fe, tiene el Santísimo Cristo de la Esperanza de Murcia.